Benito Antonio Martínez Ocasio cerró el 2025 como una de las figuras más influyentes de la música y la cultura pop global, y su protagonismo en la portada digital de Vogue lo ratifica. En un año de proyección internacional sin precedentes, el artista puertorriqueño reafirma una visión creativa basada en la autenticidad, el orgullo por sus raíces y una conexión natural entre música y moda.
La publicación destaca el papel del director creativo Janthony Oliveras, amigo cercano desde la adolescencia y pieza clave del círculo creativo de Bad Bunny, como una influencia decisiva en su estética y narrativa visual. Esa relación ha impulsado una filosofía clara: vivir el presente y expresar la identidad sin reservas, una idea que se refleja tanto en el vestuario como en la puesta en escena del artista.
Humildad y autenticidad como premisa
Pese al reconocimiento global y la constante atención mediática, Bad Bunny mantiene una postura humilde y coherente con sus valores. La autenticidad sigue siendo el eje de su propuesta, por encima de premios o tendencias. En ese sentido, Vogue resalta un gesto simbólico: el artista reconoce a su madre como referente de estilo durante su histórica residencia de 31 conciertos en San Juan, subrayando que la elegancia no depende de estilistas ni de escenarios, sino de identidad.
Un 2025 de triunfos históricos
El impacto de Bad Bunny en 2025 se tradujo en hitos contundentes. En enero, el lanzamiento de su sexto álbum, “Debí Tirar Más Fotos”, lo llevó nuevamente a liderar listas en América y otros mercados internacionales. En los Latin Grammy, el proyecto fue protagonista con cinco galardones, incluido álbum del año. A esto se sumó el anuncio que marcó la agenda cultural: Bad Bunny será el primer artista principal del show de medio tiempo del Super Bowl 2026, un espectáculo que se desarrollará casi en su totalidad en español, rompiendo barreras lingüísticas y ampliando el alcance de la música latina.
Música y moda
La creatividad de Bad Bunny se mueve con la misma intensidad en la música y la moda. La elección de atuendos responde a un proceso orgánico y personal, comparable a la composición musical: experimentar, ajustar y construir hasta que todo encaje. En este camino, la consigna es clara: evitar lo impostado. Colaboradores cercanos como Storm Pablo y Marvin Douglas Linares resaltan que el artista lidera cada decisión estética y solo viste prendas que él mismo elige, reforzando una identidad auténtica y reconocible.
Puerto Rico
La conexión con Puerto Rico atraviesa toda su obra. “Debí Tirar Más Fotos” funciona como un homenaje a la identidad puertorriqueña, fusionando sonidos del jíbaro, la salsa clásica y el reguetón contemporáneo. Su residencia de 31 fechas en el Choliseo de San Juan fue un laboratorio creativo donde el vestuario evocó infancia, barrio y cultura popular: camisetas vintage, bandanas y shorts satinados con la bandera de la isla. El público respondió con la misma creatividad, apropiándose del concepto del álbum y celebrando, desde múltiples generaciones, lo que significa ser puertorriqueño hoy.
La evolución de Bad Bunny es meteórica. De trabajar en un supermercado en Vega Baja y subir canciones a SoundCloud, pasó a consolidarse con “X100Pre” (2018) como una fuerza dominante del Latin Trap. Desde entonces, cada lanzamiento ha liderado rankings de Billboard en Estados Unidos y América Latina, y lo ha posicionado repetidamente como el artista más escuchado en Spotify a nivel global. A su carrera musical se suman incursiones exitosas en la actuación y la lucha libre, demostrando versatilidad y compromiso en escenarios diversos.
Una visión en las pasarelas
Sin declararse fiel a un diseñador específico, Bad Bunny se distingue por un estilo experimental que cruza géneros y rompe moldes. La moda, al igual que su música, es un espacio de libertad creativa y expresión personal. Esa coherencia —entre sonido, imagen y mensaje— explica por qué su presencia en Vogue no es solo un logro editorial, sino la confirmación de un artista que define tendencias y amplía el lenguaje cultural contemporáneo.
2025 fue el año en que Bad Bunny consolidó su estatus como ícono global. Música, moda, identidad y visión se alinearon para proyectar una figura que no solo lidera listas, sino que marca el pulso cultural de una generación.
Juliana Loaiza – Periodista



