Miami, 21 de agosto de 2025 – Una nueva batalla en la frontera entre inteligencia artificial y derechos de autor se abre paso en los tribunales de Estados Unidos. Esta vez, el centro del conflicto no involucra a una multinacional discográfica ni a un artista global, sino a Anthony Justice, un creador independiente que ha decidido enfrentar a Suno, una de las startups más destacadas en el desarrollo de música generada por IA.
La demanda, presentada meses atrás, alega que Suno violó derechos de autor en dos niveles: al entrenar su modelo con música sin permiso, y al generar composiciones que, según el artista, son esencialmente versiones derivadas de su obra.
En un documento reciente entregado a la corte, la empresa de IA pide que se descarte esa parte del caso, alegando que la demanda se basa en una interpretación equivocada de cómo funciona su tecnología. Para Suno, no hay forma legal de considerar que una pista creada por su modelo infringe derechos de autor si no reutiliza sonidos o fragmentos concretos de las grabaciones originales. Insiste en que su sistema no samplea ni mezcla elementos de obras existentes, sino que genera música completamente nueva a partir de patrones aprendidos.
Este enfoque se alinea con otras decisiones judiciales en casos similares, donde se ha considerado que el resultado de un modelo de IA no constituye una obra derivada en el sentido legal, salvo que haya una reutilización explícita de contenido protegido. En ese sentido, Suno sostiene que la demanda de Justice no tiene sustento legal y que su acusación sobre la “salida” del modelo debería ser descartada de inmediato.
Pero el caso es más complejo que una cuestión técnica. Justice busca convertir esta demanda en una acción colectiva, en representación de artistas independientes cuyos catálogos podrían haber sido usados por sistemas como el de Suno. Mientras tanto, las grandes discográficas, que también han demandado a la empresa, podrían llegar a acuerdos de licencia.
Justice, por su parte, cita un informe reciente de la Oficina de Derechos de Autor de EE.UU., donde se advierte que el uso justo no excusa el entrenamiento no autorizado con obras creativas, sobre todo si el resultado puede competir con el original en el mercado. Esa es, precisamente, la amenaza que el músico independiente ve en la IA musical: no solo como herramienta creativa, sino como reemplazo potencial del trabajo humano.
La estrategia de Suno, por ahora, parece ser la de aislar las acusaciones: primero desactivar la idea de que su tecnología produce copias ilegales, y más adelante, enfrentar el debate sobre si entrenar una IA con obras protegidas es legal o no. Lo que está claro es que, más allá del fallo, el caso sienta un precedente clave para artistas o creadores que operan al margen de los grandes sellos discográficos, pero cuyos derechos podrían estar igual de expuestos ante el avance imparable de la inteligencia artificial generativa.
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